Ser hincha de América es vivir con el corazón en la mano, sin uñas, despeinado y con una incertidumbre que solo termina después de 90 minutos. Ser fanáticos de los ‘diablos rojos’ es creer en lo imposible, en lo que nadie ve, pero que ahí está: la esperanza.

América llegó a la final dejando por fuera a Atlético Nacional y Junior de Barranquilla. Sí, para sorpresa de muchos el equipo rojo está en la parte decisiva del torneo y enfrentará al que a lo largo de certamen ha logrado ser más regular: Independiente Santa Fe.

Este club ‘escarlata’ reúne todos los condimentos, un poco de juventud con canteranos que corren y dejan el alma en una jugada, futbolistas experimentados que con sapiencia buscan cerrar los resultados y un líder innato, un deportista con jerarquía como Adrián Ramos, que decidió volver al fútbol colombiano para volver a ser campeón. Solo faltan dos partidos.

Al América no hay pedirle nada. Sufrir está en la sangre. No hay posibilidad de no quedar cardiaco después de un partido. Las alegrías, muchas o pocas, se celebran entre abrazos y gritos de algarabía. Solo la locura es entendible cuando se siente el mismo amor.

No importa que pase, los rojos llevan dos finales consecutivas y el bicampeonato se asoma. Queda un rival muy difícil como Santa Fe. Sin embargo, ya está la clasificación de Copa Libertadores el próximo año y la posibilidad de una nueva estrella.

Los ‘diablos’ son el equipo del pueblo, de cada rincón de Colombia. Es imposible caminar por alguna ciudad o municipio del país y no encontrarse un vecino con escarlata. Hay miles de hinchas regados que desde hoy entrelazan sus manos y piden a Dios, en muchos casos, la obtención del título.

Mejor dicho, como dicen algunos amigos míos hinchas del América: “Solo Dios sabe cuánto quiero al diablo”.