Era el verano de 1988. La noche anterior a la final de la Eurocopa de Naciones entre Holanda y Unión Soviética. Los neerlandeses habían dejado en el camino al anfitrión y favorito Alemania. Antes de ir a dormir y dándole una vuelta final al esquema que incluía como eje de plan la habitual presión con intensidad y elevada propuesta ofensiva (Impronta del Futbol holandés), el DT Rinus Michels recibió la visita en su habitación del Hotel, del portero Van Breukelen y el defensor Ronald Koeman.

Le llevaban un regalo en nombre del plantel en señal de gratitud por haberles permitido mejorar su rendimiento durante la Euro, algo que les permitiría seguir creciendo en sus respectivas trayectorias. El entrenador les agradeció, pero les dijo que lo aceptaría al otro día solo si lograban ganar la final a los soviéticos. Aun retumbaba en su mente y tronaba en su corazón aquella final perdida 14 años atrás en el Mundial de Alemania habiendo dejado la sensación de ser el mejor equipo por lejos en aquella inolvidable Naranja Mecánica, pero cayendo derrotado en el juego decisivo.

Al otro día con Goles de Ruud Gullit y Marco Van Basten Holanda venció 2 a 0 a Unión Soviética y alzó la Eurocopa de Naciones en el Estadio Olímpico de Múnich. El regalo para el entrenador llegó a su destino final. Esa vez salió bien, pero el recuerdo de las finales del mundo perdidas por Holanda persigue sin cesar al aficionado de aquel país. No en vano cayeron en 1974 ante Alemania, en 1978 ante Argentina y recientemente en 2010 ante España.

Fallar en el último partido. Caer subiendo el último peldaño. En 1954 el Mundial se celebraba en Suiza. En aquellos años de la Posguerra había un seleccionado que practicaba un futbol de ensueño. Era Hungría. Tenía a Sandor Kocsis, además del capitán y numero 10 Ferenc Puskas y el puntero velocísimo y goleador Czibor. El equipo húngaro Pasó por encima de todos los planteles que tuvieron enfrente incluso a los alemanes a quienes les infringieron 8 goles en primera fase.

Pero llegó el día de la final. Y muy a pesar de ir ganando 2 a 0 de nuevo ante Alemania, el equipo “Magiar” falló en el momento clave y permitió la remontada de los teutones en lo que se conoció como la Hazaña de Berna. Hungría cayó 3 a 2 y Alemania se coronaba por primera vez Campeón del Mundo. Cuatro años antes una tragedia peor se vivía en el estadio Maracaná cuando el súper favorito Brasil y quien había pasado por encima de todos los equipos en el desarrollo de la Copa sucumbió ante los uruguayos 2 a 1 en el legendario Maracanazo, el capítulo de dolor más grande en la historia del futbol del Brasil.

Juan Schiaffino y Alcides Ghiggia marcaron para Uruguay y hundieron en llanto a más de 200 mil almas apostadas en el Maracaná y a todo un país. Brasil falló en el último partido. La cabeza manda siempre y si el jugador muestra alguna señal de flaqueza el rival está listo para pasar factura. Hay líderes sin embargo que son tan fuertes emocionalmente que transmiten tal confianza al grupo con la seguridad de no fallar en el trance final de una competición. Ese líder lo tenía Uruguay. Era el capitán Obdulio Varela que se aseguró de hacerle ver a sus compañeros que los brasileños eran de palo y que había que ganar por duro que fuese el escenario.

Fútbol y Liderazgo. Fútbol y Arrogancia. En abril del año 2010 el Inter de Milán dirigido por José Mourinho vencía en una durísima llave de semifinales de Champions League al Barcelona de Guardiola. Cuando el partido de vuelta terminó en el Camp Nou y con el pase a la final en la mano el DT portugués salió a dar una especie de vuelta olímpica en el verde césped del máximo escenario de la ciudad condal. Un directivo de la escuadra italiana le dijo al oído que aún faltaba la final ante Bayern Munich.

Mourinho en su habitual arrogancia y convencido que, el grupo había pasado por el cruce más duro sentenció: “Di la vuelta olímpica en el Camp Nou porque no tengo dudas que seremos campeones y el partido ante Bayern será un trámite”. En efecto. Inter venció 2 a 0 a la escuadra alemana días después y se coronó Campeón de Europa.

No fallar en la última estación. Todo un reto.

Tremendo…