POR: JORGE BARRAZA.
La pregunta del millón de dólares: ¿los hinchas de Botafogo celebraron o se entristecieron con este histórico doblete -Libertadores y Brasileirão- concretado en apenas ocho días…? Llevaba 29 años Botafogo sin ganar el campeonato nacional, y nunca había alzado una Libertadores. El único grande de Brasil que no lo había logrado. Al margen de la cruel estadística, la doble conquista (el 30 de noviembre una, el 8 de diciembre otra), le llegó dos años y ocho meses después de ser privatizada el área de fútbol de la entidad. Para ejemplificar al nuevo Botafogo de Futebol e Regatas: las regatas son del viejo Botafogo, el futebol ahora es de un señor norteamericano llamado John Textor. En sus manos está defender los 120 años de historia y popularidad.
Y la respuesta es sí: los torcedores festejaron como nunca antes la obtención de la Copa más grande de América y el campeonato brasileño. ¿Por qué no hacerlo…? El que ganó es Botafogo, la camiseta era la de rayas blancas y negras, las estrellas se las anotaron a la entidad de Río de Janeiro y hasta Garrincha y Didí hubiesen derramado lágrimas de emoción. Tal vez los hinchas argentinos se hubiesen entristecido porque se oponen dogmáticamente a las sociedades anónimas deportivas, para ellos el club es de los socios, algo así como patria o muerte. “¡El club es de los socios…!”, gritan orgullosos los hinchas.
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Bien. Pero ¿los socios son consultados para algo…? ¿alguien les pregunta a quién contratar como técnico, qué jugadores deben ficharse…? ¿Si mejorar el estadio…? Cuando un club transfiere un futbolista en 222 millones de euros, como pasó con Neymar, ¿el dinero se reparte entre los socios…? No. ¿Se les pregunta qué destino darle a esa suma…? Tampoco. Entonces, ¿de qué presumen los socios…? No son consultados en absoluto, no cuentan, excepto para abonar su cuota societaria. El FC Barcelona recibió esos 222 millones y entró en una locura de fichajes sin sentido que hundieron al club, quedó endeudado gravemente, se alejó de los éxitos deportivos. La deuda actual del Barça asciende a 1.302 millones, que si se suma el monto de la remodelación del Camp Nou trepa a 2.484 millones de euros.
No obstante, sí hubo algunos beneficiados: los agentes e intermediarios. Se pagaron cientos de millones de comisiones por los traspasos. ¿Y los socios…? Bien, gracias por preguntar.
Botafogo llegó al peor momento de su existencia en 2021, con 189 millones de dólares en el debe y el equipo en la Serie B. La misma dirigencia en ese momento creó una SAF, como llaman en Brasil a las Sociedades Anónimas Futbolísticas, una herramienta implantada por el Gobierno para darle la posibilidad a las instituciones de salir de las eternas crisis económicas. Y negoció la venta con John Textor, empresario estadounidense que también controla los clubes Olympique de Lyon y tiene participaciones en el Crystal Palace y el Benfica, entre otros. Textor posee el 90% del paquete accionario del fútbol de Botafogo.
La SAF Botafogo es la primera empresa brasileña en conquistar la Copa Libertadores y la segunda del continente, pues en 2016 la ganó Atlético Nacional de Medellín, propiedad de la Organización Ardila Lülle, la segunda corporación comercial e industrial más grande Colombia. Sólo por la final ante Atlético Mineiro (también privatizado recientemente), O Glorioso recibió un cheque de 23 millones de dólares. Pero se presume que este resonante éxito le reportará más de 100 millones, porque lo clasificó a la Copa Intercontinental (ayer debutó y perdió ante el Pachuca mexicano), al Mundial de Clubes, a la Recopa y a la Libertadores 2025. Sólo el Mundial de Clubes repartirá entre 40 y 50 millones de euros a cada equipo.
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Tan increíble suceso en un club que vivía nostálgicamente y vegetaba en un marasmo de deudas y derrotas pone en la mira el tema de si los clubes de fútbol deben seguir como sociedades civiles (con sus sempiternos problemas económicos y de gestión), privatizarse o acometer una fórmula mixta como en Alemania, donde rige la famosa regla del 50+1, en la que el club, por ley, siempre tiene la mayoría accionaria y, por ende, el poder decisorio.
En Argentina, donde mayor resistencia hay al ingreso de capitales privados, el Presidente Milei impulsa la ley de SAD (sociedades anónimas deportivas), igual que en Brasil, para que los clubes que lo deseen tengan el marco legal para concretarlo. La AFA, los clubes, el peronismo-kirchnerismo y, sobre todo, una inmensa mayoría de hinchas, se oponen a rajatabla. Prefieren seguir languideciendo, como hasta ahora.
Estudiantes dio el primer paso. El club, muy bien administrado por Juan Sebastián Verón (hizo uno de los estadios más coquetos del continente), celebró un acuerdo con un empresario norteamericano (otro Textor) que pondrá 150 millones de dólares en una primera etapa, 25 de los cuales se aplicarán a refuerzos para la próxima Libertadores. El club está muy bien, pero aún así busca dar un salto de calidad, crecer internacionalmente, ponerse deportiva y financieramente a la par de River y Boca en el orden nacional. Igualmente, no venderá sus activos sino su marca. “Nadie va a comprar a Estudiantes”, aseguró la Brujita, un presidente exfutbolista que lo ha llevado por buen camino. El Pincha optará por una sociedad mixta, tipo Bayern Munich, detentando la mayoría accionaria.
“Entre el torneo de los campeones del mundo y la Copa Argentina no te alcanza para cubrir los micros de los hinchas… Pero el club es de los socios”, ironizó hace algunos días Juan Sebastián Verón en una red social con emoticones de risa y cansancio o indignación. "El acuerdo está cerrado, pero el anuncio le corresponde a Estudiantes, ya que debe llamar a Asamblea y allí conseguir la aprobación de sus socios", declaró el nexo argentino entre Estudiantes y Foster Gillett. “No vamos a dejar de ser una Asociación Civil, no vamos a poner patrimonio en riesgo para participar de esta sociedad y el manejo del día a día del fútbol va a ser de Estudiantes de La Plata. Es importante que el socio nos escuche, porque en el medio se habla demasiado y te quieren desestabilizar”, explicó Verón. Y concluyó diciendo que “el fútbol va a cambiar y nos tiene que agarrar bien, no de rodillas. Este es el momento”. Hay que adecuarse a los tiempos, evolucionar, los clubes europeos han sacado una ventaja abismal a los sudamericanos.
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Uno de los puntos esenciales que exigió Estudiantes es la inversión en infraestructura, algo similar al convenio de Botafogo, que ahora está construyendo un centro de alto rendimiento de 295.000 metros cuadrados, con 19 canchas. El club platense remodelará su Country de City Bell, su ciudad deportiva. Foster Gillett es hijo de George Gillett, expropietario del Liverpool inglés, de los Miami Dolphins y de los célebres Harlem Globettroters.
Volvemos a la reacción de los aficionados: si un club privado de Sudamérica -digamos Colo Colo o Nacional de Medellín- ganara cinco Libertadores en diez años, ¿su público estaría feliz o protestaría con pancartas por el estatus jurídico de la sociedad…? ¿Y si invitamos a los jeques a invertir en este fútbol…? Que tomen diez o veinte equipos, les inyecten millones de dólares y reinventen el fútbol sudamericano.
De última, todo pasa por dos palabras: eficiencia y sabiduría, no por el carácter jurídico.
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