Mientras veo la danza de la felicidad que se baila en la tribuna del Metro, de parte de los 10 mil afortunados que allí están, y por los jugadores de Colombia en el gramado, veo a Ospina y a Messi buscarse y enfundarse en otro abrazo, igual al de antes del juego. Es el abrazo del cariño y del respeto que se profesan después de tantos mano a mano que han tenido en los que, afortunadamente, Ospina ha salido avante en la mayoría de ellos.
Del empate 2x2 de Colombia con Argentina, me quedo con esa imagen y con la del Profe Rueda festejando el gol del empate y de su oración al terminar el juego que fue interrumpida por el Profe Velasco, por Redín y sus asesores.
Me quedo con la rebeldía del final que contrastó con el inicio del juego. Con la presión de Borja y Cuadrado al árbitro Tobar y a los jugadores argentinos que exageraron al hacer tiempo de mil maneras.
Me quedo con esa sensación previa al gol de Borja en el que todos presentimos e invocamos el anhelado empate y con la cara de desazón de los argentinos, en el banco técnico, que presagiaban que se venía la igualdad.
Me quedo con todos los estados de ánimo que pasamos en el partido. De la salida de Muriel de la alineación, de la aparición de Lerma y no de Barrios, como opinábamos casi todos, de los dos goles en ocho minutos que nos hicieron pensar en lo peor.
Me quedo con la imagen de Rueda y Redín hablando en mediodel mal momento para corregir, sin esperar más, metiendo a Muriel por Lerma. Es que, en sólo siete minutos se cayó lo que se había montado.
Me quedo con el apoyo de la tribuna, enfundada en la camiseta amarilla que extrañamos. Me quedo con las ganas de los jugadores, titulares y los que entraron en el segundo tiempo, que fue bien diferente a la frialdad con que comenzamos el juego.
Me quedo con el frenesí de todos. Tal vez ahora, mirando fotos, o la repetición del partido, o los videos tomados por los despalomados, nos daremos cuenta que, todos, estábamos en una misma sintonía, todos empujando, todos decididos y convencidos que, por lo menos, empatábamos.
Me quedo con ese silencio previo cuando Cuadrado levantó el centro, cuando el balón se elevó y fue cayendo en momentos en que nadie respiraba, porque era la última jugada.
Me quedo con el salto de Borja por encima de Foyth que, antes de saltar también, ya había presagiado la desgracia de estar ahí, con Borja convertido en Jordan.
Me quedó con esa explosión de alegría, de júbilo, de ese canto de gol de Borja por todos, me quedo con los abrazos para la eternidad, me quedo con esa sensación de sentir que los cimientos del Metro se estremecían, de ver la cara desencajada por la alegría de Rueda, del abrazo de Mina a Borja que estaba como ido, como no saber hacia dónde correr, hasta que lo hizo hacia el banco de suplentes.
Me quedo con la gallardía de Messi saludando a los nuestros y abrazando a Ospina.
Y me quedo con esa sensación de festejar como un triunfo lo que fue un empate, de la misma manera como veo a los argentinos marchar derrotados porque así han sentido esta igualdad en el instante final. Un instante final que les ha lacerado el alma y el orgullo.
Colombia querida, ¿cómo no amarte?
Barranquilla
Junio 10, 2021