Esa coqueta sensación de ser profesionales en los eternos cotejos de domingo; hasta que algún dolor nos recuerda la odiosa huella de ser jugadores amateur.
Todo empezó en 1996 cuando mi papá me regaló unos guantes de arquero. Sí, mi primer ídolo de la niñez fue el gran Rafael Dudamel, arquero de Independiente Santa Fe. Salí a la calle a jugar con mis amigos del barrio San Mateo, y por primera vez me sentí todo un crack; imbatible en el arco, ganamos ese partido. Atajé dos penales entre arcos rústicos armados con ladrillos como buen amateur.
Ese mismo año de 1996 recuerdo que perdimos la final de la Copa Conmebol contra Lanús e iniciaría un camino de angustia y tristeza, como fiel hincha de Santa Fe, pero esa es otra historia. Yo tenía mis guantes puestos, lloré mucho esa noche, así como mi ídolo, el gran Dudamel.
Ahí empezó un idilio con el siempre delicioso fútbol amateur: goles, asistencias, muchos raspones y pantalones rotos. Partidos en los descansos, por la tarde saliendo del colegio y los siempre inolvidables cotejos de domingo. A veces defendía como Óscar Upegui, también anotaba goles como Wittingham y Él Tren´Valencia, pero muchas veces era yo, Víctor Carrero, un jugador limitado pero con actitud, el mal llamado ´rodillón´.
Los años fueron pasando y siempre estuvo esa coqueta sensación de ser profesional, hasta que algún dolor nos recuerda la odiosa huella de ser jugadores amateur, para muchos colombianos, como usted querido lector; siempre estará el dolor de rodilla, que de jóvenes siempre será una buena excusa, pero con los años se convertirá en una cruel realidad.
En mi caso fue el asma el que me arrebató mi sueño de ser un gran jugador, pero nunca me quitó las ganas de disfrutar de marcar goles, generar asistencias y seguir rompiendo, en este caso, mis tenis del colegio.
Con los años, llenos de juventud, van llegando el desparpajo y las responsabilidades: trabajo, novias, fiestas y por supuesto, deudas. Ya no quedaba tiempo para jugar. Del fútbol solo me quedaba el recuerdo de escuchar los partidos los domingos a las 3:30 p.m.; sí, existió una época en que todos jugaban el mismo día a la misma hora, leer las crónicas del lunes en la prensa y los infaltables campeonatos de Junta de Acción Comunal de microfútbol en la cancha más cercana.
Hace unos días vi la noticia de Linda Caicedo y como se desvaneció durante un entrenamiento previo al partido contra Alemania, por cosas del destino fue algo que asustó a gran parte del país, pero que no pasó a condiciones críticas. Esa recaída me trajo recuerdos de unos de los peores momentos que he pasado como jugador. A linda por un golpe de calor durante el entrenamiento, el mío fue por desordenado y rumbero.
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Recuerdo que uno de mis equipos se llamaba El Carbonero, en honor a Peñarol que llegó a final de Copa Libertadores enfrenado al Santos de Neymar.
Perdimos en fase de grupos del torneo, y en nuestro tercer encuentro caímos de manera aplastante por el que sería el campeón de ese año, perder contra el vencedor del campeonato siempre será el consuelo de todo jugador en algún momento, no recuerdo como se llamaba el equipo rival, solo recuerdo al petulante de Alejandro Villarreal y sus eternos gritos de gol que nos hacían enojar, pero nunca pudimos reaccionar a tan humillante mañana.
Después, para finiquitar esa mañana de sábado, no pudimos terminar el encuentro, faltaban alrededor de 15 minutos de partido, cuando el guayabo, la rumba y el sueño terminaron de rematar la apoteósica jornada. Nos retiramos del encuentro de manera vil y cobarde. Le faltamos el respeto a ´La Pecosa´.
Como buen amateur me empecé a dar cuenta que ya no tenía las mismas habilidades: era más gordo, lento y tronco; me empecé a quedar calvo, no tiene nada que ver con el talento, pero sí con el paso de los años. Eso sí, nunca dejé de ser un gran goleador.
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Pero a pesar de los chispazos de grandeza, un día decidí colgar mis tenis, no tenía ganas de volver a jugar. Me retiré una tarde de 2016 en un partido con mis amigos, como solo lo hacen las grandes leyendas. Ganamos ese día, marqué cuatro goles.
Asícomo hace unos días lo anunció el gran Gianluigi Buffon, leyenda de la Juventus, de la Selección Italiana y de la historia del fútbol; un día decidí hacerlo yo. Y sí, él también tendrá la fortuna de despedirse rodeado de amigos, así, como yo lo hice en su momento.
De manera atrevida, lo reconozco, debo decir que son dos mundos distintos; él, un crack a nivel mundial e inspiración de varias generaciones, mientras que yo, solamente era un jugador de barrio, que era feliz motivando a mis amigos a ganar la tan anhelada gaseosa, apuesta mítica de los partidos de la calle.
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Cómo es el regreso de un jugador amateur:
Pasaron seis años para que mis compañeros de trabajo en una invitación ocasional me sacaran del desconocido retiro. Regresé en septiembre de 2022 debutando con un golazo de pica barra, pero perdimos ese día. Me lesioné el tobillo un mes después, en octubre, fue un regreso llenó de desazón y desgracia.
Debo confesarlo, aún disfruto jugar fútbol, como aquella tarde de 1996, cuando mi papá llegó de trabajar con unos guantes de arquero y me convertí en mi ídolo Rafael Dudamel, y yo, en el crack de mi papá y el de mis amigos.
Cada día soy más ´rodillón eso no se puede ocultar. A mi equipo, ´La Mano de Dios´, solo puedo prometerles que lo seguiré intentando mientras mis tobillos me lo sigan permitiendo.