James Rodríguez se convirtió en celebridad en tres segundos, los que mediaron entre que la paró de pecho, la empalmó de zurda y la clavó en el arco uruguayo aquella tarde del 28 de junio de 2014 en Maracaná. El mundo del fútbol entró en ebullición en ese mismo instante y su cotización pasó de 10 a 80 millones en un soplo. Nunca un gol facturó tanto. Bastaron tres segundos. ¿Por qué tan fulminante…? El fútbol sabe: marcar un gol así requiere de una técnica suprema de control, remate y panorama. También decisión, clase y ángel, que permite que la bola entre y no que pegue en el palo. No es una jugada, es una obra, una cumbre, es Botero descubriendo la gordura.
James Rodríguez habló de la derrota de Colombia ante Bolivia
Miguel Terceros hizo algo similar este jueves en El Alto: dominó la bola con su zurda de terciopelo, amagó y pasó de largo Lucumí (todavía está pasando), se fue al humo Kevin Castaño, segundo amague y pasó también como colectivo lleno, y después el zurdazo precioso, potente, colocado al ángulo superior derecho del excelente Camilo Vargas, que si estaban Mier y Montero para darle una mano, tampoco lo paraban. Un gol que te lleva a la fama y la plata te golpea la cara. Hasta las cinco de la tarde de ayer la cotización de Miguelito era de 500.000 euros, hoy pueden ser 50 millones. Se necesitan cracks, este es. Lleva apenas tres partidos jugados en la Serie B de Brasil, pero el Santos tiene claro lo que vale: lo puso en vidriera con un cartelito: “U$S 100 millones”.
No fue un gol de otro partido, fue de otra Eliminatoria. Hubo que elaborar semejante joya para romperle el invicto a Colombia. Que se fue con un sabor extraño: no le afectó la altura, aguantó los 101 minutos que duró el partido, dominó de manera apabullante 82 minutos (los que Bolivia jugó con uno menos), generó seis situaciones nítidas de gol (4 de Córdoba, una de Lucho Díaz y un cabezazo de Lerma)… Y se fue sin un peso en el bolsillo. ¿Injusto…?
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No tanto. Un equipo que aguanta casi todo el partido con diez y que gana convirtiendo semejante gol, merece. ¿De qué sirve insistir que Bolivia es limitado…? En todo caso es un problema de Bolivia. Pero, limitado y todo, jugó 82 minutos con diez hombres y marcó su gol estando con diez también.
Un gol, valga decirlo también, que fue una cadena de errores individuales de Colombia. Mal pase de Willer Ditta a Cristián Borja, que pese a su esfuerzo no pudo controlar, y el balón se fue por el lateral. Bolivia hizo rápido el saque con Borja adelantado, Terceros dominó y encaró a Lucumí y Castaño, los eludió con finura y clase y definió. Pero Borja volvió al trotecito, como quien vuelve tomando un helado, a Lucumí lo pasaron demasiado fácil y Castaño fue directamente al bulto. Una cadena de fallas humanas hundió al Titanic, era lógico que si en una jugada se equivocan cuatro eslabones se pague con gol.
A propósito de Castaño, no cumplió a satisfacción y debió ser expulsado. A los 11 minutos ya había cometido dos faltas muy duras sin merecer sanción. El juez Wilton Sampaio lo advirtió, aunque el reglamento no habla de advertencias sino de tarjetas. Al tercer patadón, en el minuto 51, lo amonestó y enseguida Lorenzo lo sustituyó porque sabía que estaba jugando gratis. Las tres entradas fueron de amarilla. Al volante boliviano, en cambio, lo expulsó bien: brusco cruce desde atrás sobre Roger Martínez cortando un avance prometedor. Ni se quejó Cuéllar. Pero Sampaio no midió con la misma regla a uno y otro.
No se entendió que se guardara a Lerma, Dávinson, Ríos, Mojica, pero los técnicos saben más que nosotros. Ricardo Gareca tuvo un cruce con periodistas chilenos en la conferencia de prensa previa de Chile-Brasil. Le hicieron ciertos reclamos y el técnico respondió: "Yo soy técnico, ustedes son periodistas, no pueden opinar como entrenadores porque no lo son". De acuerdo. Hay colegas que sobrevaloran su conocimiento del tema. Y en el caso de Lorenzo, es difícil cuestionarle nada, ha tenido tantos aciertos… Pero, cuidado, los entrenadores tienen un punto flaco: a veces les agarra un ataque de dirección técnica y quieren inventar. Y patinan.
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Además, el cronista es libre de observar, es su tarea, se la pide el público: Borja no es Mojica, Santiago Arias no es Muñoz, John Arias viene bajo hace tiempo, Lucho Díaz es difícil que juegue mal, pero tampoco lo hizo bien, se enredó mucho; John Córdoba nunca querrá recordar a Bolivia ni a El Alto (la que le pegó al palo está bordeando el blooper), James pasó más tiempo protestando que jugando, Bolivia ganó en el juego aéreo. Y de la altura no hablemos: no tuvo nada que ver con el resultado.
Son tardes difíciles de explicar. Se perdió un duelo que hasta se pudo ganar. Bolivia hizo lo suyo, su alegría es genuina. La entrega del jugador colombiano está fuera de duda: es fantástica. De momento, no hay razones para preocuparse. El gol es casquivano y suele engañar a Colombia. Fue la única razón para entender esta derrota con Bolivia, sin gol no tienes nada.
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